jueves, 26 de abril de 2012

CONVIVIR CON LAS PATENTES

Las patentes, es decir, la propiedad intelectual del mundo corporativo, es un mal con el que hoy en día no queda más remedio que convivir. Ojalá no existiesen, pero ya que existen y hay que soportarlas... ¿Cuál es la forma más ética de usarlas?

Nos encontramos en un escenario en el que si una persona o empresa se posiciona ideológicamente en contra de las patentes (por ejemplo, yo) de forma muy complicada podría competir en nuestro mundo empresarial sin usarlas. Esto es triste, pero real. Sí que existen empresas que podrían sobrevivir sin patentes, sobre todo en determinados sectores como la venta menorista de alimentos. Pero no nos engañemos, si una empresa (llamémosla X) busca ser grande, sea en el sector que sea, se va a encontrar con demandas de otras multinacionales. Lo triste es lo siguiente: Si la empresa X inventa un sistema (llamémoslo Y), y decide no patentarlo, puede venir (y está pasando) la multinacional de turno a patentar ese sistema Y, y después demandar a la empresa X. Sí, así de ridículo.

Entonces, ¿Qué se puede hacer si vamos a usar patentes? Pues podemos llevar a cabo dos filosofías:

A) Ser unos "ladrones" monopolísticos en el campo de desarrollo intelectual, patentando todo y demandando a todos, como hace Apple. (Y Samsung, y Sony, y Microsoft...).

B) Utilizar las patentes únicamente en defensa propia, y además como protección de uno mismo, por si llegado el momento alguien quisiese usarlas con la filosofía A. Así hace Twitter, y con el siguiente movimiento lo demuestra:


Twitter se compromete a que nunca utilizará sus patentes para frenar la innovación y que tan solo las pondrá sobre la mesa cuando necesite defenderse del ataque de rivales con menos escrúpulos.


Por cierto, queda una filosofía C. Está peor vista, pero también se lleva a cabo en determinados ámbitos de nuestra vida. La tercera opción es utilizar la filosofía A hasta el límite, de forma que explote el sistema y quede "patente" el absurdo de la propiedad intelectual. Es un método más "radical" y "destructor", pero que no legitima el sistema como sí lo hace el B.

Un ejemplo de esta tercera vía en otro sector es el cobro del paro en nuestro país. Una persona puede querer que el sistema cambie, y para eso trabajar cada día cotizando y pagando impuestos dando ejemplo a los vagos y demostrando cómo se hace para que dejemos atrás la pobreza. Otra persona también puede querer que el sistema cambie, y para eso cobrará todas y cada una de las ayudas existentes sin dar nada a cambio para favorecer la quiebra. El primero nos cae bien, el segundo no tanto. Pero es el segundo el que más favorece al cambio.

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